Mi ingreso a la HENM (P2)
Viaje
a Veracruz, para realizar la fase final, la noche anterior no pude dormir, entre
emoción y nerviosismo, entre alegría e incertidumbre; cuando llego la mañana
apenas pude desayunar, nos trasladamos al cruce de Esteban Morales y Hernández
y Hernández, pues de ahí saldrían los camiones hacia Antón Lizardo hogar de la
escuela naval, donde un mar de jóvenes de distintas regiones del país,
distintas costumbres, distintas formas de pensar, de vestir, de hablar pero con
un mismo sueño, servir a México, se
preparaban para la semana que podría definir el resto de sus vidas.
Las
semanas previas a la fase definitiva me parecían eternas, pase la mayor parte
del tiempo con mis amigos, también formaba parte de una batucada, ese ritmo
brasileño de influencias africanas me encantaba, tocaba el surdo, es un tambor
grande como de 50 cm de diámetro, que proporciona el tiempo fuerte grave de
cada compás, estaba fascinado con el instrumento pues es el que acentúa los
pulsos, como el latido del corazón de la batucada, también aprendí a tocar el
repique que es un tambor mucho más pequeño y de mucha velocidad, el nombre de
la batucada era Trovao y mi paso por ella fue casualidad pero disfrute cada práctica,
desfile y presentación (aunque no era la mejor manera de prepararme para la
escuela naval lo encontrarán relevante en otro post que dedicare a la gloriosa
banda de guerra).
Llegue
al lugar, di mi nombre al oficial encargado, me busco en una lista y me dijo
que pertenecía al grupo H8, Mochila al hombro con ropa empacada para una
semana, aborde el autobús que me llevaría por primera vez a la que se
convertiría en mi Alma Mater, la Heroica Escuela Naval Militar y aunque no lo
sabía en ese momento, donde conocería a mis hermanos, donde forjaría mi
espíritu, donde me haría un hombre a la mar. El
traslado habrá tomado unos 45 minutos… pero se sintieron como horas… de pronto
la vi por primera vez, esa fachada que se tatuaría en mi alma, el autobús se
detuvo por un momento mientras la varenga subía para darnos acceso, el autobús
continuo su marcha cuando cruzamos ese umbral, la disciplina era palpable, todo
estaba ordenado, limpio, mientras el autobús seguía su paso veía a los jóvenes
que ya estaban formados con frente a los carteles que tenían el número de su
grupo…
Ahí
estaba el cartel H8 pude verlo desde la ventana del autobús, formado solo
estaba un muchacho de lentes y aspecto amable, hasta este punto no había
entablado comunicación con nadie, supongo que el nerviosismo nos invadía a
todos, cuando baje del autobús nos recibió otro oficial, tomaba nuestro nombre
y nos conducía a nuestro grupo, llegue al H8 y salude por primera vez al que se
convertiría en uno de mis más grandes amigos a lo largo de mi carrera, R, en cuanto el grupo creció en número
un oficial llego por nosotros y nos llevó al que sería nuestro dormitorio, el número
18 del edificio de dormitorios nuevos.
Al
llegar al dormitorio, llamó mi atención que un joven armado custodiaba el
pasillo, era el cadete de guardia quien saludo marcialmente al oficial que nos
llevó al dormitorio, estos estaban divididos en chalets o cuartos por así decirlo,
separados por mamparos y que en su interior podían albergar a seis personas,
nos asignaron el segundo chalet de la derecha, al entrar había una pequeña área
de estudio, y después el alojamiento propiamente dicho con seis taquillas, al
abrirlas del lado izquierdo podías bajar una cama y del lado derecha el espacio
para guardar tus cosas, nos entregaron un juego de sabanas limpias, nos
indicaron la rutina y nos dejaron para que nos instaláramos, la aventura comenzaba.
Mientras
escribo estas líneas una sonrisa se dibuja en mi rostro, por los recuerdos de
todo lo vivido a más de 17 años desde que inició mi travesía, muchas cosas se
escapan de mi memoria, pero la sensación y la emoción de ese día sigue grabada
en mí; no recuerdo exactamente todo, pero en mi chalet éramos seis chicos, el
joven que les comenté y de los demás solo recuerdo a uno que apodamos el
tigrillo, por esa manía de llamar a todos tigres. El tigrillo venia de una
familia muy humilde y nos comentaba que esta para él era una gran oportunidad
para ayudar a su madre y hermanos, hasta ese momento no había reparado en lo
que significaba estudiar en la HENM, una educación de prestigio, una beca
completa, un futuro seguro y prometedor, un proyecto de vida completo, quizá como mis padres siempre me han
apoyado y estaba acostumbrado a una vida cómoda, aunado a que solo tenía 16
años no veía más allá, pero platicando con los demás aspirantes empecé a abrir
los ojos y darme cuenta del completo desconocimiento que tenía de la situación
del país y la vida militar; mientras nos instalamos seguimos conociéndonos, R sabia más al respecto, hijo de
militar quería continuar los pasos de su padre, que desafortunadamente había muerto
años atrás, venía preparado con dulces y la bibliografía para seguir estudiando
para el examen final, cosa que realmente me hizo sentir mal, creo que si
llevaba una pluma en mi mochila era mucho, no tenía ni la más remota idea a lo
que iba, si había un momento para ponerse nervioso justificadamente, era ese.
| AUDITORIO HENM |
Al
término de la explicación formamos una vez más, los oficiales nos dividieron
por grupos y nombraron a un representante por grupo, para llevar el control, comenzábamos
a ver las jerarquías y el orden militar, seleccionaban a los que ya habían
estado en la escuela y por x o y habían sido dados de baja y querían reingresar;
después nos desfilaron hacia el comedor, las mesas eran rectangulares para seis
personas, recuerdo que desde el principio me gusto la comida, tenía buen sabor
y era basta quizá al principio demasiado, pero los años en la escuela naval me
enseñarían el por qué.
Regresamos
a nuestros dormitorios después de cenar, teníamos la noche libre, muchos
aspirantes aprovecharon para recorrer la escuela, otros jugaban en las áreas deportivas
y la mayoría solo platicaban, cuando regrese a mi chalet, R estaba estudiando,
nervioso me acerque a él, hasta ese momento no sabía lo importante que sería lo
poco o mucho que me explicara, a las 2000 el vigilante entro y apago las luces,
nos indicó que los que quisieran estudiar podían ir a la biblioteca o usar las
luces de la sala de estudio en nuestros respectivos chalets, después de un rato
de platicar con R, procedí a ir a la cama, había sido un día largo, pero lo
bueno estaba por empezar.
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o no dudes en enviarme un correo a bitacoradelcap@gmail.com
Buena mar y mejores
vientos.

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